Una noche estaban Marior, Emilie y Luz en la masía compartiendo una cena amenamente, felices porque desde hacía mucho tiempo que en sus vidas reinaba la tranquilidad.
El viento soplaba en el exterior, parecía todo en calma, dentro, los tres buscaban cobijo alrededor de la chimenea para alejar el intenso frío que invadía la casa.
-Deberíamos mudarnos, esta casa parece un enorme bloque de hielo – dijo Marior.
-Vos siempre con vuestras quejas – respondió Luz.
-Si no fuera por la tranquilidad y el espacio que nos ofrece este lugar ya me hubiera largado.
Marior se dejó caer sobre unos cojines, y fue envuelto por sus pensamientos hasta que sintió unos ruidos provenientes del exterior. Miró a sus amigas que confirmaron lo que había oído.
Los tres cogieron algunas armas y salieron a ver. Cautelosamente se movieron hasta la entrada del bosquecillo que tenían próximo. Crujidos de ramas se hicieron más cercanos, pensaban que eran los licántropos que los atacarían. Tensaron sus músculos y esperaron el ataque.
De la oscuridad aparecieron dos figuras que caminaron hacia ellos, llevaban una capa con una capucha que les cubría la cabeza. Se detuvieron a unos pasos de ellos y, en un idioma familiar pero ininteligible para Luz y Marior, dijeron algunas palabras. Emilie respondió en la misma lengua, se les acercó y abrazó fuertemente.
Las dos figuras retiraron sus capuchas hacia atrás, eran dos mujeres de rostros pálidos. Emilie las presentó con los nombres de Leila y Anne. Dos mujeres vampiros mensajeras del propio Rey de las Tinieblas.
Los cinco entraron, Marior y Luz se quedaron alrededor de la chimenea mirando hacia el corredor que conducía a la habitación de Emilie, donde las tres mujeres se encontraban hablando desde hacia varias horas.
-¿De qué estarán hablando? – preguntó Marior.
-Es lo que yo también quisiera saber, parecen bastante extrañas esas mujeres.
-Será que no estamos acostumbrados a albergar a tantos vampiros en nuestra casa.
Después de otra hora Emilie salió de la habitación con cara de tristeza.
-¿Qué pasa? ¿Qué quieren esas mujeres vampiro? – preguntó Luz.
-Son amigas mías, están en la corte del Rey Vampiro, ellas me informaban de los movimientos que hacían los siervos de la oscuridad para capturarme. Me han informado que el propio Rey solicita mi presencia en Francia, y si no me presentó matarán a mi familia.
-¿Para qué solicita vuestra presencia? ¿Es por el secreto de mi sangre? – preguntó Marior.
-Ellos no saben que estoy con vos, me han asignado una misión importante para nuestra raza. Debo partir hacia China, han encontrado un libro que habla sobre unas reliquias que pueden arrasar con nuestra especie, los licántropos las están buscando.
-¿Y por qué debéis ir vos?
-Por saber casi todas las debilidades de los licántropos y por mí fuerza.
-¿Cuánto tiempo tenéis para marchaos?
-Tengo una semana para presentarme primero en Francia ante el Rey Vampiro y luego embarcaré hacia China.
Tanto Marior como Luz estaban tristes por la partida de su amiga, pero querían agasajarla antes de que se marchase, por eso decidieron organizarle una reunión con todos sus amigos. Rápidamente Luz contactó con Fani, Rodririco, Pau, y con la Duquesa Alizé del Reino de Francia, también había invitado a Fiola pero no asistiría debido a un viaje que debía realizar con su amado, en cambio el duende-humano de Diego llegaría al anochecer. Además estaban próximas las fiestas navideñas, y si bien en la masía eran todos paganos, apreciaban ciertos ritos y costumbres de aquellas fiestas, con la reunión de amigos y seres queridos compartiendo una cena.
Las dos mujeres vampiros estuvieron unos pocos días durmiendo en la masía y después se marcharon hacia Francia.
Marior y Luz se encontraban arreglando la casa para hacer la fiesta.
-Esta casa ya no será lo mismo sin Emilie, una parte de nosotros también se va –dijo el licántropo con tristeza.
-Extrañaremos su humor, nuestras charlas, las aventuras que realizábamos juntos y su ballesta que nos protegía las espaldas.
-Extrañaré el moscatel que nos traía de su región… ¡tan delicioso!
-Después habláis que yo soy la que piensa sólo en beber… – recriminó jocosamente Luz.
-Debemos desearle lo mejor en su misión y tener la esperanza de volverla a ver pronto, mientras tanto hay que hacerle una fiesta que nunca olvide… Espero que Rodririco traiga su laúd y que vos os quedéis sin voz, porque si os ponéis a cantar temo por nuestras vidas… -dijo riendo Marior.
La casa se encontraba decorada, los invitados no tardarían en llegar, la Cazadora y sus dos amigos de las Tinieblas sabían que aquella ocasión sería la última vez que los iba a encontrar todos juntos, o por lo menos en un largo tiempo, pero sus corazones seguirían unidos a pesar de la distancia y del tiempo. Las huellas de la amistad habían marcado para siempre sus almas…
Esta historia no termina… siempre continuará mientras que nuestros corazones sigan latiendo… hasta la próxima aventura juntos…
MAC
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