Tiempos oscuros estaban atravesando los ex alumnos de magia y hechicería en el campo de batalla. El ambiente estaba cargado de tensión y nerviosismo. El enemigo había propuesto al Emperador Petrus realizar un torneo con el pretexto de poner fin al conflicto, pero las verdaderas intensiones del enemigo eran otras, distraer a las fuerzas del emperador.
Petrus organizó el torneo, tan solo algunos elegidos participaron de los combates que se iban a realizar, entre ellos Sergior y Mart. Mientras tanto se enviaron espías en las líneas del enemigo, uno de ellos fue el gran noble Felip. Se infiltró en los confines más oscuros del enemigo... por días estuvo entre las líneas enemigas recabando la información, y a través de unos polvos blancos, el caballero hacia desaparecer la información que escribía en sus recados, un día se enteró que los hombres del mal planeaban atacar cuando se celebrase el torneo, intentó mandar su mensaje pero un guardia lo vio y comenzó a seguirlo. Cuando Felip pensaba volver al Imperio unos guardias lo detuvieron, el corpulento joven trató de defenderse con todas sus fuerzas, utilizó su espada con la cual decapito a dos de sus adversarios pero otro de ellos con una ballesta lo hirió en su pierna, eso no lo detuvo y siguió peleando hasta que sus fuerzas comenzaron a debilitarse y cayó inconsciente al suelo. Fue llevado ante los jefes supremos de la orden del Caos el cual se escondía entre las sombras. Allí el valiente hombre fue torturado casi hasta la muerte ya que querían información sobre los territorios del Imperio... luego de implementar todos los tipos de tortura, el noble caballero fue llevado a la plaza principal, ataron sus extremidades a una máquina infernal, la cual después de unas dolorosas horas, fue desmembrada.
Mientras tanto Mac había decidido ir a visitar a su amiga Aola a la ciudad, al llegar a la casa de la adivina, encontró la puerta entreabierta... Mac entró cautelosamente, quería darle una sorpresa a su amiga, pero en realidad la sorpresa se la llevó él, ya que sobre uno de los tantos estantes que cubrían los muros encontró algo que le llamó la atención, era un pañuelo de él, que estaba envuelto en unas hojas de muérdago y espinas, y junto a este se encontraba un conjuro el cual se titulaba, “esclavo de pasión”. Mac se rehízo de su pañuelo rompiendo el conjuro, pero se sentía mal, la hechicera lo había utilizado como una marioneta, el amor que hasta ese entonces sentía hacia aquella mujer se convirtió en un profundo odio. Un ruido sintió detrás de él, rápidamente se dio vuelta desenfundando su espada, sus rápidos reflejos evitó que le cortase la cabeza a la bella adivina.
- Os debería cortadle la cabeza. – dijo herido en sus sentimientos el joven príncipe.
- ¿Pero porque me dices eso? – preguntó la adivina tratando de recuperarse del susto, pero luego de ver el pañuelo que Mac llevaba entre sus manos supo el porqué de la respuesta.
- No tenéis derecho de entrar a mi casa sin mi permiso y husmear entre mis pertenencias.
- Pues vos no deberías haberme utilizado como un títere para vuestros propósitos, cuales quieran que fueran.
- Os equivocáis, no es lo que pensáis, ese hechizo no tiene ningún fin maligno, era para mantener vuestra amistad, pero vuestra pasión hacia mí, ha hecho que mezcléis todo. Muchas veces no decíais nada u os callaba lo que sentíais y eso empeoró las cosas.
- Eso no os daba el derecho de utilizarme como vuestra mascota. Mi corazón siente gran pesar por vuestra forma de actuar. No deseo volver a saber nada más de vos. – sentenció con palabras lo que el corazón del caballero sentía, y se marchó de la casa rozando de manera brusca a la adivina, la cual supo que en aquel momento no podía hacer o decir nada para que el joven príncipe entrara en razones.
Mac había vuelto a las trincheras, en donde le informaron que una patrulla había sido atacada en los confines y en los cuales se encontraba la joven Hada Eliz, casi todos habían sido acribillados, y la joven Eliz había sido herida gravemente pero había podido sobrevivir.
Otro que no iba a estar para el torneo que se estaba por disputar era el centauro Davit que había partido hacia tierras lejanas, hacia las tierras del mar y el sol intenso, para saber hasta dónde llegaba el poder del enemigo, y forjar una alianza con los corsarios del reino de Curba.
El torneo se iba a llevar a cabo en un gran coliseo en el límite de los reinos, los combates serian a muerte. Pero había un problema, el jefe supremo del Caos no garantizaba que los Shinoks y los Alfios se acoplaran a la tregua... ya que ellos supuestamente no obedecían sus órdenes... Entonces el Emperador Petrus y demás reyes menores dejaron las guarniciones en las trincheras para detener los ataques de los dos pueblos oscuros.
En tanto que en el coliseo se batían a muerte otro tanto hacían los guerreros en las trincheras ya que los ataques de los Shinoks eran más intensos y con mucha más gente, del mismo modo hacían los Alfios pero por el lado oriental de las trincheras. Entre los guerreros destacados se encontraba la princesa Vika la cual se mostraba cada vez más segura de sí misma y de su fuerza. Sus movimientos a la hora de atacar eran elegantes pero a la vez letales. Mac se maravillaba al verla y sentía una gran admiración hacia la bella princesa.
En cambio para los demás guerreros las cosas se hacían más extenuantes... terminaban agotados, el enemigo por aquellas semanas no daba respiro a los hombres y mujeres que se encontraban en las trincheras. Los Shinoks llegaban en numerosos batallones y con sus indescifrables conjuros volvían locos a los guerreros. Por el campo de batalla era un río de sangre, las katanas de los shinoks eran tan filosas como las largas espadas de los guerreros de la luz. Otro tanto sucedía en la parte oriental con los temibles Alfios que con sus billetes bombas habían desmembrado a variar personas.
El grupo de fuego combatía en equipos con sus pegasos a los dragones oscuros que invadían el cielo para provocar el terror en la tierra, estas indomables bestias con su mortífero fuego expulsado de sus bocas, habían causado muchas bajas. El olor a carne quemada se percibía a kilómetros de distancia.
Mac alzó su cabeza y pudo ver al grupo de fuego que iban montados a sus pegasos para aplacar el ataque de los dragones, entre el grupo de jinetes pudo divisar a la hermosa guerrera de las tinieblas, Laurak, vestida toda de negro y con un armaduras de placas teñidas del mismo color. En uno de sus brazos sujetaba su lanza y Mac también pudo divisar el látigo que estaba sujetado a uno de los costados del estribo. La voluptuosa mujer se lanzó al ataque contra un dragón, la lanza de la joven se rompió al hacer impacto contra el poderoso animal, pero aún así la bestia seguía volando, y enfurecida emprendió un contraataque contra la mujer, que ya sujetaba entre sus manos su látigo de seis puntas y en las cuales en sus extremidades se encontraban aferrados dientes de dragón. Pero la joven no era lo suficientemente fuerte para enfrentar sola a la bestia alada y la acometida feroz la hizo caer de su corcel, el cual terminó entre los dientes asesinos de la bestia. Laurak caía velozmente, había sido herida en su espalda por una de las garras del dragón, pero para su suerte uno de sus compañeros fue a rescatarla, y rápidamente fue llevada a un lugar seguro.
En la tierra Mac se enfrentaba a los shinoks lanzándoles sus bolas de poder, y con su poderosa hacha de doble filo cortaba y desmembraba a sus enemigos.
Los días se sucedían con la misma intensidad, una noche, Mac se encontró luchando espalda con espalda con la joven princesa Vika, los dos estaban rodeados, el campo de batalla era iluminado por los arboles que aún ardían por los ataques de los dragones y por los destellos de luz que ocasionaban las bolas de energía y los conjuros. El estilo de combatir de Mac era muy rustico en cambio la bella Vika se movía con agiles movimientos, parecía que danzaba en el campo de batalla, la danza de la muerte, la sangre de los shinoks salpicaban los cuerpos de los dos guerreros. Mac por momentos se quedaba contemplando los movimientos de la princesa... era como una danza hipnótica... Pero Mac no tenía mucho tiempo de contemplar a su compañera ya que no podía bajar la guardia ante los hombrecitos amarillos. A pesar de la dramática situación en la que se encontraban Mac le hacía comentarios chistosos a la joven, la cual le dedicaba una sonrisa cuando sus miradas se encontraban. Al escuchar las trompetas de la retirada... los dos guerreros lentamente fueron replegándose hacia las trincheras, cuando lo hacían unas mortíferas saetas fueron lanzadas hacia los últimos shinoks que los perseguían pero que los habían casi rozado. Ni Vika y ni Mac pudieron identificar a los caballeros hasta cuando estuvieron cerca, estaban encapuchados y uno de ellos con un gesto de su mano les indico que los siguieran. Fueron conducidos hasta la trinchera, allí el misterioso ser y su escolta se echaron atrás la capucha de lana, era Jordit. Él y sus hombres llevaban por debajo de sus pesadas capas oscuras un peto articulado y un camisote sobre un gambesón de cuero grueso y oscuro que les llegaba hasta los muslos. Las espalderas les protegían los hombros y les conferían una silueta voluminosa y exuberante, mientras que llevaban los brazos y las piernas enfundados en avambrazos y grebas articuladas. Cada pieza de la armadura descansaba sobre una capa de fieltro para impedir que tintinearan las junturas y las placas y para aislar el cuerpo del frío acero.
Mac se le acercó y le recriminó:
- Casi nos habéis matado con vuestras ballestas, estáis locos.
- Si hubiéramos querido matarlos, no hubiéramos fallado. – respondió de manera altanera el drow o elfo oscuro como eran conocidos por las demás razas.
Mac sentía un poco de rechazo contra esos seres. Se rumoreaba que atacaban los poblados de humanos que se encontraban entre ambos imperios para coger esclavos y saciar su sed de sangre y destrucción, pero siempre se les habían dado la culpa a las fuerza del Caos, igual habían indicios que aquellos ataques eran provenientes de este pueblo de los bosques lóbregos. También habían escalofriantes narraciones sobre las torturas que realizaban a sus esclavos, desollamientos en vida, mutilaciones, violaciones y demás atrocidades. Podían considerarse como enemigos... pero el rey Drow había hecho una fuerte alianza con el emperador Petrus y hasta que él viviera, lucharía para el ejército de la luz y Jordit, el capitán de los elfos oscuros sería el primero en apuntar su ballesta contra el enemigo, pero igual Mac como tantos otros caballeros no se fiaban mucho.
En esa caótica semana de torneo, Mac vio entre los cientos de guerreros que circulaban por las trincheras a la preciosa adivina... pero él había decidido ignorarla, su odio hacia ella era tanto como el amor que había sentido. Aola fue a su encuentro para saludarlo, pero Mac bruscamente le paso por al lado ignorándola por completo, eso hizo que la adivina le lanzara varios insultos, que el príncipe de los licántropos ignoró por completo.
Las pocas noticias que llegaban a las trincheras sobre el torneo que se estaba celebrando en el coliseo era que se estaba llevando a cabo una masacre, y que sobre las arenas de aquel lugar ríos de sangre corrían, tanto de un bando como del otro, pero que ya estaba pronto por terminas, tan solo faltaba algunos días. Con el correr del tiempo en el campo de batalla se había instalado una calma aparente... pero todos sabían que era la calma que existe antes de la tormenta. En el último día de torneo las trincheras fueron reforzadas... ya que el engaño del enemigo había sido descubierto, el Jefe del Caos estaba al frente de un poderoso ejército y se dirigía hacia el imperio de la Luz. Muchos de los refuerzos estaban aun mal heridos y la mayoría provenían del torneo. El ejército enemigo, por la tarde se desplegó sobre todo el horizonte abarcando kilómetros. El encuentro fue fatal... el enemigo era superior en numero... Mac con su hacha asestaba tremendos golpes a sus enemigos, con movimientos lentos pero destructores cortaba cabezas y mutilaba a sus víctimas. En un costado vio a la Hobbit Monik, la cual se encontraba en aprietos y fue en ayuda de ella, la mujer se encontraba rodeada y paralizada por el temor y la presión, Mac y otros caballeros llegaron y le abrieron camino. Allí un jefe mandó a Monik a la retaguardia ya que en el frente no se podía dudar ni un segundo porque podía ser fatal. Mac continuó luchando con todas sus fuerzas y penetrando entre las líneas enemigas, pero su osadía casi la paga con su vida, ya que en cierto momento sus enemigos le habían abierto el paso, Mac pensó porque le tenían miedo, pero no era así sino que lo habían hecho para dejar paso a una gran quimera, un monstruo de cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, el príncipe guerrero se asustó al ver a la criatura que iba en su dirección y se detuvo a varios metros de la bestia la cual lanzó por su boca una llamarada de fuego, que el guerrero pudo evitar creando un escudo de energía, que desvió el fuego, pero que al hacerlo lo había dejado casi débil. Por todo el lugar, rápidamente el lugar se cubrió con un humo maloliente y que al inspirarlo los pulmones del guerrero se contraían febrilmente a causa de la toxicidad del humo, se arrodilló y las fuerzas les estaban abandonando. La quimera se le acercaba cada vez más, estaba a su merced si no fuera que una joven elfa fue a rescatarlo, la cual lanzó una ráfaga de flechas contra la bestia, la cual cayó al suelo. La bella joven tenía el cabello rubio y largo, era bastante alta, con las orejas que terminaban en puntas y una encarnación de piel como la nieve. La joven ayudó a levantarse a Mac y se presentó como Shana, luego el caballero perdió la conciencia.
En el cielo también se combatía... los guerreros de fuego combatían contra los dragones. Los mercenarios Leor y Didak se desplegaban de un lado a otro clavando sus lanzas a las abominables bestias. Del mismo modo hacían el Hobbit Adriál y el sacerdote de Petrus, el insoportable Amón.
La hermosa Reina Rocyl cabalgaba con sus hermosos cabellos dorados flameantes, por los cielos con su escolta personal de caballeros, y mataban a los dragones, pero uno de estos la hirió con unas de sus garras en la espalda y la dejó fuera de combate y la bella reina tuvo que abandonar momentáneamente el campo de batalla.
En todo el campo invadía el caos, muchas compañías se dispersaron, en una de ellas se encontraba combatiendo la sacerdotisa Carlot, la cual por el temor y los nervios había perdido el control, y lanzaba sus poderes no solo contra sus enemigos sino que también contra sus propios compañeros, grandes torbellinos de fuego quemaban a todo el que le estaba cerca, a su alrededor no quedaba nada con vida... solo quedaba olor a carne quemada. Cuando la sacerdotisa entró en sí y vio todo el daño que había hecho salió corriendo y estaba tan deprimida y compungida que con el poder de su interior y abatida por la locura que la invadía, se autodestruyó haciendo una gran explosión, las milésimas partículas que quedaban de la sacerdotisa fueron elevadas hasta el cielo en un gran torbellino.
En otro sector del campo, el ermitaño Joar se encontraba combatiendo solo con un grupo de Shinoks, su hacha doble y de dos manos, se movía de un lado a otro con lentitud pero con una violencia tal que arrasaba con todo lo que se le ponía a su alcance, los cuerpo de los seres quedaban mortalmente cortados sobre el campo, y la sangre coagulada corría como un río. Pero uno de los hombres amarillos se movilizó hacia sus espaldas y le lanzó un hechizo el cual paralizó al ermitaño, los demás hombrecitos se lanzaron sobre el guerrero con sus dagas y mutilaron a Joar en vida, cortándolo meticulosamente pedazo por pedazo... y haciéndolo de tal manera de que el guerrero estuviera el mayor tiempo posible sufriendo.
Habían pasado horas desde el comienzo del ataque, el enemigo había avanzado y las fuerzas del emperador Petrus se dieron a la retirada. Muchas compañías habían quedado aisladas, mientras que otras habían sido capturadas para saciar el entretenimiento oscuro de las fuerzas de la oscuridad. Una de las tantas compañías que aún seguía luchando se encontraba en la parte oriental de las trincheras en donde hombres bestias, seres con cuerpos de humanos pero con cabezas de caballos, perros, gatos acometían ferozmente pero se habían encontrado con una fuerte resistencia. Allí se encontraba combatiendo el guerrero Sergior, su destreza y energía eran muy poderosas, con su mazo mágico había roto varios cráneos de los deformes seres, pero aún así, el enemigo era más numeroso y cuando uno caía dos lo remplazaban, junto a él se encontraba luchando una guerrera de los bosques, llamada Veronik, el resto de la compañía salía de las trincheras para replegarse al bosque. Pero Sergior sabía que los dos no podrían sobrevivir, por eso mandó a la joven para que escapara, pero se rehusaba ya que ella era una guerrera con más experiencia y no obedecería órdenes de un inferior pero en realidad era que no lo quería dejar solo combatiendo. Pero Sergior le dijo que la compañía necesitaría más de ella que de él, y que dejara de lado su soberbia por el bien del resto de la compañía. La mujer guerrera reflexionaba mientras esquivaba los mortales golpes de hachas y martillos de sus adversarios y a su pesar comenzó a retirarse sin mirar atrás.
Sergior se vio rodeado por los enemigos, y de uno de ellos recibió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo un gran tajo en la frente, el golpe lo aturdió y la sangre que le emanaba de la herida le impedía ver claramente, pero aún así, el joven sátiro siguió asestando golpes mortales a sus enemigos, hasta que una bestia le cercenó la mano en la que llevaba su mazo mágico, la sangre le corría por toda su armadura, el dolor era insoportable, pero también le recordaba que aun seguía con vida, así que con su otra mano cogió una daga y siguió peleando, pero sus fuerzas comenzaron a debilitarse, su vista se nublo y lo último que pudo ver era como el hacha de unos de sus enemigos se dirigía directo a su cabeza... la cual rodó por el campo de batalla...
Al otro día ambos ejércitos se reagruparon y se mantuvieron en sus posiciones actuales, las fuerzas del Caos había ocupado las trincheras, y el ejercito de Petrus se encontraba en los bosques, la ultima defensa del Imperio. El enemigo había llevado a los guerreros capturados al templo de los cuatro elementos a pocos kilómetros del campo de batalla, entre los prisioneros se encontraban varios maestres los cuales eran fundamentales para el emperador, por eso organizó una misión de rescate con un grupo de guerreros.
Mac se despertó de un profundo sueño, se encontraba en una tienda, rápidamente se colocó su armadura la cual se encontraba abollada en varios sitios por los golpes que había recibido y salió al exterior. El lugar se encontraba de gente herida o guerreros mutilados, a lo lejos vio a una elfa a la cual creyó reconocer, se le acercó y le preguntó:
- ¿Sois Shana.?
La mujer elfa no emitió palabra alguna, solo se prestó a contestarle con la cabeza mientras cosía la herida de un guerrero el cual se encontraba inconsciente.
- Os quiero agradecer por vuestra ayuda en el campo de batalla.
- Si pensabais que los héroes son los primeros en lanzarse contra el enemigo estáis equivocado, solo lo más estúpidos se lanzan contra el enemigo sin medir las consecuencias. – dijo con expresión seria la mujer.
A Mac le dolió más las palabras que había pronunciado la mujer que las heridas que llevaba en todo su cuerpo.
- Si queréis agradecerme, marchaos de aquí, el emperador anda buscando voluntarios para una misión suicida...una misión para vuestra altura. Será mejor que os apresuréis. – terminó diciendo la elfa mientras atendía la herida de otro guerrero.
Mac se quedó petrificado ante las duras palabras de la elfa, pero rápidamente se dio media vuelta y se marchó en busca de algún general, o alguien de su compañía. Se encontró con su capitán, era un duende de cabellos teñidos en blanco por la edad, utilizaba gafas, y se encontraba siempre en movimiento, éste le informó a Mac que habían sido elegidos para llevar a cabo una misión importante pero muy peligrosa. Muy pocos habían quedado de su compañía; un duende llamado Frange Fernand, muy hablador y simpático, se caracterizaba por ser muy escurridizo, también había un conde de los vampiros diurnos llamado Tabar Rebol, alto, de grande espalda, fibroso, con cabellos muy cortos y peinados para atrás, de ojos completamente negros, luego un gladiador llamado Serg Gernam, de cuerpo enorme y fibroso, y de tremenda fuerza, este era del grupo de fuego pero su corcel había sido herido gravemente en la batalla. Pero también la misión la integraban seres de otras compañías, como la Hada Eliz, la cual se había recuperado de su herida, el hechicero loco de Gabrien que a pesar de que se encontraba herido en una de sus piernas había decidido participar de la misión, la mujer pantera Lesl, un hobbit con asentó muy extraño el cual se caracterizaba por tener el ojo hinchado llamado Giuliek, un monje de la luz llamado Agustir, con semblante tranquilo, pero poseedor de muchos conocimientos y poderes, una hermosa mujer fénix llamada Cintial Arcurir, la cual tenía alas de fuego como el ave fénix pudiéndolas desplegar a su voluntad para poder volar por los cielos o utilizarlas como armas letales. Entre el grupo había un mitad demonio de ojos verdes intensos, el cual tenía forma de hombre pero en su cabeza en vez de pelos tenia afiladas púas llamado Beni. El grupo fue informado que dentro de dos días a primera hora partirían hacia el templo.
Mac en el camino vio que su amigo Xavit se retiraba:
- ¿A dónde vais amigo mío?
- Mi corazón se alegra al ver que seguís de pie y en buen estado. En estos momentos abandono el campo de batalla, he decidido retirarme de la lucha armada... mi misión ahora en adelante será buscar una manera en conseguir estudiar todos los elementos y las leyes físicas de nuestro mundo para poder utilizarlas contra nuestros enemigos, pero para eso necesito estudiar mucho. Me retirare a las montañas en una de las escuelas de los altos magos y hechiceros, deséame suerte amigo mío.
- Pues entonces que la luz os proteja y os sea de guía.
Al día siguiente la compañía Mac fue a consultar a un Oráculo en la cima de una montaña en la entrada se encontró con una fuerte guerrera, la cual se presentó como Saandar, vigilante eterna y protectora del Oráculo. La mujer estudio con su mirada cuidadosamente al joven guerrero, comprobando si su aura era digna de entrar a la cueva en donde se encontraba el oráculo. La mujer lo dejó entrar... el lugar estaba invadido por olores de incienso, mirra y hierbas aromáticas, por los muros se podían ver runas talladas perfectamente, como protección pero su mayor sorpresa fue cuando vio al Oráculo... era nada menos que Fiola... la amiga vidente de Aola.
- Os estaba esperando.
- Mi asombró es grande al verla... desde cuando es el oráculo de esta montaña.
- El antiguo oráculo, antes de morir me ha seleccionado a mí para reemplazarlo.
- Veo que vuestra alma carga con muchos pesos, muchas cosas que os disturban. Muchas heridas en vuestro corazón... pero para seguir adelante debéis primero dejar cicatrizar vuestras heridas... porque si no será vuestra perdición, debéis además reparar vuestros errores.
Mac sabía perfectamente hacia donde apuntaba la adivina, pero no estaba de acuerdo con ella, ya que los errores de los cuales hablaba habían sido ocasionados por otra persona... por Aola.
- Pero yo he venido para sab....
La adivina lo interrumpió
- Se a que habéis venido... lo primero que he dicho fue un consejo más que una premonición. Vos queréis saber cómo finalizara vuestra misión. Pues tendréis éxito... pero a un alto costo, el Caos os perseguirá por la eternidad y de eso debéis tenedlo bien en claro.
Mac se sentía más tranquilo, y después de despedirse de la adivina volvió al campamento en el bosque.
El alba surgió desde el horizonte, la compañía ya estaba lista para partir hacia el templo, pero antes debían esperar a que el ejercito abriera un paso en las trincheras para que pudieran pasar del otro lado de las líneas enemigas.
Una vez que la compañía estaba del otro lado de las trincheras se dirigieron rápidamente hacia los bosques oscuros. Gracias a un campo invisible que los cubría pudieron llegar sin ser vistos, pero una vez dentro del bosque la magia no tenía efecto y tuvieron que confiar en sus instintos.
En el camino que llevaba al templo, Mac notó que entre varios de los integrantes de la compañía había ciertas miradas de pasión, pero no se detuvo mucho a pensar o a indagar, en su cabeza daban vueltas muchas ideas y pensamientos oscuros que sabía que tenía que resolver. Pero una noche en la que montaba guardia notó movimientos extraños, y a lo lejos notó que dos miembros del grupo se alejaban un poco del grupo para embriagarse en una noche de pasión, Mac siguió vigilando y no dio importancia al hecho.
El hada Eliz al ver al caballero envuelto en una capa de oscuridad se le acerco.
- Hoooooolaaaa... quiero ser tu amiga.... no estás enojada conmigo!!!! – dijo el hada con un tono gentil y jocoso el cual hizo sonreír al príncipe.
- No bella hada, estoy sumergido en pensamientos oscuros que no me dejan tranquilo, pero por el resto estoy bien, y vos, que noticias tenéis para darme. He visto cierto acercamiento con uno de los integrantes de la compañía, si es que mis ojos han visto bien.
La bella hada se sonrojó por el comentario del príncipe de los licántropos.
- No es nada... vuestra vista lo ha engañado.
- Puede ser... ¿sabéis algo de nuestros compañeros?
- Me he enterado que el ermitaño Joar, la sacerdotisa Carlot y el sátiro Sergior, han perecido en la batalla, del resto no tengo noticias.
- Mi corazón siente gran pesar, y de vuestro amigo Mart ¿sabéis algo.? – preguntó de forma suspicaz el caballero.
- No entiendo vuestro tono de voz, pero de él no he sabido nada. La ultima vez lo he visto fue hace más de un mes, hemos quedado como amigos, pero las batallas y su aura oscura han enfriado nuestra amistad.
Luego de dos días de largas caminatas salieron del bosque y vieron el inmenso templo y tétrico templo enemigo.
Gabrien notó que desde lo lejos un grupo se acercaba hacia el templo, la compañía se acerco cubriéndose entre los árboles para ver mejor. A los costados del camino se alzaban varios palos y cruces en donde se podían apreciar la brutalidad con la que torturaban a los esclavos. Sobre ellos personas y seres decapitados, desollados, mutilados y verdadero espectáculo del horror. Por ese camino que se habría hacia el templo transportaban a los maestres y demás esclavos. Algunos de los hombres querían atacar en aquellos momentos, pero el duende Jefe de Grupo les dijo que no era sensato ya que los prisioneros eras escoltado por un inmenso número de guerreros del Caos.
- Acataremos las órdenes como nos han dicho, ¿entendéis?. – dijo el Jefe Duende con severidad.
La noche trajo espesas nubes y un viento frío que silbaba al pasar por las agujas de las torres del templo. Una figura cubierta por una capa se inclinó ligeramente fuera del bosque. La noche estaba cubierta por la oscuridad abismal. Sin hacer ruido alguno, la figura se deslizó como un espectro por el largo campo. La siguieron otras figuras, también envueltas en capas. Cuando las nubes libraron la luz de la luna, la procesión había desaparecido.
El Emperador Petrus conocía bien el templo y sabia de una entrada secreta la cual los hombres de la compañía pudieron encontrar con facilidad, gracias a las referencias dadas. La entrada estaba cubierta por enredaderas a un lado de una pequeña colina, al abrir la pesada puerta de hierro el grupo entró y observó que se encontraban en un larguísimo túnel. El emperador les habían explicado que lo habían hecho los esclavos enanos hacia miles de años y solo un pequeño grupo había podido salir con vida de aquellos peligrosos túneles, pero con los milenios había dejado de usarse y se pensaba que estaba destruido. Cosa que ponía muy nerviosos a las personas de la compañía. Pero los túneles se extendía por kilómetros y en varias direcciones, muchos llevaban a cámaras enormes, otros a trampas mortales, eran un verdadero laberinto. El emperador les había dado un mapa que estaba diseñado en la piel de unos de los enanos que había escapado y que al morir lo había otorgado al rey de los enanos y con el correr del tiempo fue a parar a las manos del Emperador.
En un lado de la pared del túnel había peldaños de hierro en forma de luna creciente- Recordad: permanecer cerca los unos con los otros – dijo el Jefe duende, que luego, sujetando la linterna, avanzó hasta el borde del agujero y comenzó a descender por los peldaños.
Mac entró rápidamente tras él con una ballesta preparada a ser accionada.
Unos ocho metros más adelante el pasadizo comenzó a curvarse hacia la línea horizontal, hasta que los peldaños acabaron. Los que iban a la delantera esperaron a que bajaran los demás miembros de la partida. Los únicos sonidos que se oían en el resonante espacio eran el raspar de los tacones de las botas sobre el hierro y un eco distante de agua que goteaba. Los túneles raramente eran del todo horizontales; ascendían y descendían, descubrían curvas, se cruzaban y volvían a cruzarse una y otra vez sin ningún propósito evidente. El avance era lento, aunque el duende Jefe parecía saber exactamente hacia dónde iba. La partida de incursión avanzaba por los túneles en silencio, con los nervios tensos y los sentidos aguzados. El aire era húmedo y viciado, y un fango gélido cubría muchas de las curvas paredes. Las botas crujían a menudo sobre pilas de viejos huesos. En ocasiones, el túnel atravesaba bodegas y mazmorras abandonadas, y en esos casos, Mac veía los restos de barriles, mesas y herrajes de otros tiempos, desgastados por el pasar del tiempo. Atravesaron varias estancias de ese tipo, cada una tan desierta como la anterior, y el príncipe comenzó a relajarse un poco. Fue entonces cuando cayeron en una especie de trampa.
La compañía había llegado a otra espaciosa cámara, tan grande que al principio Mac pensó que el túnel atravesaba una caverna natural, hasta que reparó en las losas del suelo. El resplandor de la luz de las linternas no llegaba hasta las paredes ni el techo del enorme espacio. Las zonas del suelo que Mac podía ver estaban cubiertas de desperdicios que le llegaban hasta las rodillas. Vio trozos de huesos y ropa vieja, herramientas oxidadas, objetos de cuero y restos de lo que podría haber sido carne fresca, además de muchos otros objetos irreconocibles.
El grupo se adentró más en la estancia, pisando con cuidado entre las pilas de desperdicios. El jefe duende que iba a la cabeza se detuvo para orientarse en el mapa, y en ese momento se escuchó un rumor.
Era muy leve, como las pisadas de muchos pies pequeños, pero en el sonido había algo muy extraño, que él no podía identificar. El jefe duende alzó su mano a modo de advertencia.
- Que nadie ose a mover un pie más. – dijo autoritario.
Los miembros de la compañía se detuvieron y volvieron la cabeza de un lado a otro, esforzándose por detectar el más leve movimiento en la oscuridad que los rodeaba. El rumor se oyó de nuevo: el rápido caminar de pies pequeños en algún lugar situado ante ellos. Algo golpeó una pila de desperdicios y desparramó por la estancia lo que por el sonido parecían trozos de loza y rocas sueltas. Los miembros de la compañía se movían con inquietud, y la precavida expresión de los rostros en sombras sugería que el pensamiento de todos discurría más o menos en lo mismo. “Estaban por recibir un ataque de varios seres”.
Mac volvió a oír el rumor, directamente de un costado de ellos. El jefe lanzó un conjuro, y las luces de las linternas se hicieron más fuertes, desterrando a la oscuridad. Mac entrecerró los ojos ante la fuerte luz, y vio que se encontraban en una espaciosa bodega de casi treinta metros de lado, donde se encontraban restos de barriles, canastas y estantes. Inmensos insectos gigantes del tamaño de caballos, corretearon por los desperdicios o se alzaron agresivamente a cuatro patas ante el repentino estallido de luz.
Entre la compañía se alzaron gritos de alarma, y Mac intentó mirar en todas las direcciones a la vez mientras se esforzaba por calcular cuántos insectos había. Se movían con mucha rapidez y había demasiadas zonas en sombras para seguirles las pistas. El príncipe alzó la ballesta y apuntó al insecto más cercano, pero el disparo se perdió en el aire cuando Cintial lo empujó hacia adelante para apartarlo del camino de un insecto que se había lanzado desde uno de los costados.
Mac rodó hasta quedar de espaldas mientras el resto de los insectos acometían a la compañía. Cintial había caído bajo el insecto, y el príncipe observó como la criatura intentaba clavar sus inmensas patas en el cuerpo de la mujer, pero ésta pudo librarse rodando hacia un costado, se puso de pie, desplego sus alas de fuego y del cielo lanzó una gran llamarada que quemó a su adversario, el cual hizo una especie de chillido atroz. Pero otro insecto se lanzó contra la mujer y la hizo precipitar contra el suelo. El insecto pareció encogerse en forma de bola, con las patas en torno a la presa, pero Mac con su hacha avanzó de un salto y le cortó tres extremidades de un tajo. Luego la espada de la mujer fénix destello ante la luz de las linternas, y el cuerpo del insecto, al haber perdido todas las patas, cayó hacia un lado
El príncipe tendió una mano y cogió a su compañera por un antebrazo para alzarla con rudeza.
- ¿Estáis bien?
- No – replico Cintial al mismo tiempo que sacudía la cabeza. – Pero ha faltado poco.
Mac volvió la cabeza violentamente de un lado a otro en busca de más insectos y observó que de un túnel que tenían más adelante salían de amontones. Una vez que la compañía se había recobrado de la sorpresa inicial, reaccionaron utilizando todos sus medios mágicos y físicos para eliminar a las bestias. Dos insectos habían caído presas de las garras de la mujer pantera. Otras dos habían sido rodeados y cortados en pedazos, pues sus blandos cuerpos no ofrecían mucha resistencia a las hojas de acero. Un insecto yacía a los pies de Gabrien, donde se disolvía lentamente en una humeante masa informe. El duende Frange mataba junto al conde Tabar Rebol con sus espadas a otros dos insectos. Los insectos brotaban por todas las direcciones... todos los seres de la compañía se encontraban luchando con todas sus fuerzas.
Entonces el jefe Duende gritó que todos se cubrieran los ojos por un momento y después de lanzar un conjuro, una fuerte bola de luz resplandeciente invadió la cámara. Los insectos quedaron como aturdidos y allí el jefe duende los llamó para que se acercaran a él. Había encontrado una especie de pequeño túnel que descendía, y todos se lanzaron sin pensar en él.
Habían llegado a otro túnel, ninguno de la compañía había resultado herido, gracias al potente conjuro del jefe duende.
- Por allí – anunció al mismo tiempo que observaba que todos de la compañía habían bajado por el túnel, y se echó a andar como si no hubiese habido el menor contratiempo.
Continuaron caminando durante dos horas más, atravesando cautelosamente otras bodegas y almacenes oscuros y abandonados, luego entraron en otro reciento el cual parecía ser aún mayor. Grandes columnas se desplegaba formando un pasillo. Mac sintió un escalofrió que recorrió todo su ser, lo mismo percibieron los demás seres, sentían que estaban siendo observados. Entonces el jefe lanzó otro conjuro y las linternas se iluminaron nuevamente irradiando una fuerte luz, a los costados vieron que una legión de seres que en un pasado habían sido enanos se alzaba con sus hachas y picos y se lanzaban contra la compañía. La primera momia enana que llegó hasta Mac le lanzó un salvaje tajo a la cabeza con un afilado cuchillo. El príncipe se echó hacia atrás sobre los talones para esquivar el arma, y luego volvió a mecerse adelante al mismo tiempo que asestaba un golpe contra el brazo que sujetaba el cuchillo. La extremidad se convirtió en una nube de polvo, pero la criatura se limitó a bajar el hombro para acometerlo y lo derribó.
La mano derecha del noble se estrelló contra las baldosas de basalto, y el hacha, resbalando por el suelo, se alejó de él. Por toda la sal se veía los estallidos de luz y fuego que lanzaban los guerreros contra las momias de los enanos, cuerpos que habían sido maldecidos por el emperador del Caos.
Una mano podrida buscó a tientas la garganta de Mac, y la cara de la momia apareció a centímetros de la suya; aún lanzaba el débil grito sibilante. Más criaturas le cayeron encima momentos más tarde y se pusieron a atacarlo con las manos. El noble vio que la segunda momia armada con una daga describía un círculo para apuñalarle la desprotegida cabeza.
Unos dedos secos como papel se cerraron en torno a su cuello. La daga de la otra momia destelló al precipitarse sobre él, y Mac tiró de la momia a la que había dejado manca para protegerse con ella. La daga se clavó en la parte posterior del cráneo de la momia enana, y regó al príncipe con una lluvia de polvo maloliente y fragmentos de piel seca. Mac plegó una pierna por debajo de la momia manca para lanzarla de una patada hacia atrás por encima de su cabeza, y la estrelló contra la que aún blandía la daga. El noble rodó hasta ponerse de pie, recogió su hacha y fue haciéndose paso dando fuertes golpes de derecha a izquierda, partiendo cráneos y cercenando extremidades podridas de las momias hasta que alcanzó al resto del grupo que corrían por el pasillo siguiendo al jefe de la compañía y evitando el ataque de las momias enanas. Atravesaron una enorme entrada y los miembros de la compañía utilizaron todas sus fuerzas para cerrar las enormes puertas de hierro. Una vez hecho el duende se giró y dijo:
- Ya hemos llegado.
Delante de ellos se encontraba la entrada de una nueva cámara. Lentamente el duende entró en la estancia, los demás lo siguieron. Era una habitación que en otros tiempos tenía que haber sido una bodega. Al igual que las otras cámaras, había un rastro de objetos aplastados y trozos de piedra. Una escalera de caracol recorría el perímetro de la estancia y cavaba en un pequeño descansillo y una puerta de hierro oscuro... lo único que escuchaban los seres de la compañía era el golpear de picos y hachas de las momias contra la gran puerta de hierro que habían cerrado a sus espaldas.
En la sala había algo anómalo, no había eco en la estancia de piedra. Simplemente, algo se tragaba el sonido, como si se hallaran al borde de un abismo sin fondo. Las paredes estaban formadas por enormes bloques de piedra pero daban la sensación de que, de algún modo, eran porosas, como si pudieran atravesarlas con un dedo y llegar a algo que había al otro lado aunque ante los ojos de los seres parecía ser muy sólidas.
- Recordad, no toquéis nada. Matad en silencio y no dejéis testigos.- dijo el duendo mientras prosiguió diciendo – este edificio fue construido por la oscuridad. A cada nueva cámara las cosas estarán más... alteradas... que en la anterior... ¡entendéis!.
El jefe llegó hasta otra puerta de hierro. Los siglos en desuso habían convertido el tirador y los goznes en masas de óxido apenas reconocibles. El jefe saco de uno de sus bolsillos una especie de frasco pequeño en el cual había un líquido que vertió sobre la superficie de la puerta. Unas manchas rojas se extendieron rápidamente como grandes heridas en el metal carcomido. Se oyó el tintineo de algo que se quebraba, y de repente, la puerta se deshizo en polvo. Del otro lado de la puerta afloraba una escalera, los seres comenzaron a subir. El ascenso duró varios minutos, dejaron atrás varios descansillos. Según el mapa debían llegar a la cima de la torre en donde había un puente que permitía el ingreso al templo. Finalmente la escalera terminó en otra puerta, pero ésta se encontraba en mejores condiciones que la de la bodega.
Justo cuando Mac, que iba por delante, tendía su mano hacia el aro de hierro, alguien abrió la puerta del otro lado.
Un pequeño Shinok, cuyo enflaquecido rostro estaba cubierto de cicatrices y llagas abiertas, vio a Mac y abrió la boca para gritar. El príncipe sin pensar, alzó su hacha y la clavó en la cabeza abriéndola como un melón. Detrás del shinok muerto se escuchó una exclamación ahogada, y Mac atisbó a otro hombrecito amarillo que se llevaba una mano a las salpicaduras de sangre y cerebro que le cubrían la cara. Sin vacilar, el conde Tabar que se encontraba al lado de Mac, lanzó una saeta contra, la cual atravesó la columna vertebral y el cráneo del ser. Otro guardia cuando se estaba recuperando de la conmoción, giró sobre sí misma para huir y en sus labios afloraba un borboteante grito, el cual fue callado por una daga que el hada lanzó y fue a clavarse en la nuca del guardia.
- No sabía que erais tan buena en el lanzamiento de los cuchillos. – dijo Mac a su compañera.
- Y aún no habéis visto nada de mí.
- ¿Eso es una invitación? – dijo pícaramente Mac que después fue callado por el jefe que les ordenó de entrar en la cámara.
La estancia era grande y tenuemente iluminada, con un suelo de piedra tallado con cráneos y runas de nítidos contornos. La iluminación provenía de pequeñas antorchas que colgaban de los muros y las cuales emitían un resplandor rojo oscuro.
Habían dos puertas dobles, todas cerradas, y otra escalera que continuaba ascendiendo por la torre. Agustir abrió una de las puertas y detrás de ellas se encontraron con una guarnición de guerreros bestias que estaban comiendo al parecer restos humanos. Agustir se giró al ver a sus compañeros y en el rostro del Jefe pudo ver la cara de desaprobación... ahora no tenían más remedio que luchas. El monje Agustir lanzó una bola de luz que dejo ciego a casi todos y Cintial desplego sus alas y las abanicó hacia adelante creando como una tormenta de fuego que quemó a gran mayoría de los seres. En hobbit del ojo hinchado entró con su daga junto al conde y a Frange para rematar a los supervivientes.
El jefe se dirigió ante el monje de la luz y le recriminó:
- Si volvéis a hacer algo por el estilo os juro que yo mismo me encargare de matadlo, entendéis.
Luego el viejo comenzó a
El mitad demonio, Mac y Frange estaban transportando los cuerpos de los tres shinoks en la estancia en donde yacían los demás seres asesinados. Sabían que la alarme podía darse en cualquier momento. Debían llegar lo antes posible al templo, liberar a los maestres y salir rápidamente. El Jefe duende comenzó a avanzar hacia la otra escalera.
La escalera ascendía en espiral hacia la oscuridad. La compañía avanzaba sigilosamente, aguzándolos oídos para percibir indicios o movimientos. El grupo continuó el ascenso y pasaron ante dos descansillos con oscuras puertas reforzadas con bandas de hierro.
Entre el segundo y tercer descansillo, el Jefe había oído que se abría una puerta y el sonido de unos pasos que descendían. Ordenó con un gesto con el brazo que los demás se detengan y quedó inmóvil. Momentos más tarde, por la siguiente curva de la escalera, aparecieron dos shinoks que iban apresurados. El duende les salto encima al improviso y los lanzó escaleras abajo. Los de la compañía con sus espadas y hachas eliminaron a los dos seres.
La escalera terminaba en el tercer descansillo. El viejo duende abrió la puerta. El espacio que había al otro lado estaba débilmente iluminado por el propio descansillo. Con las armas en mano se deslizaron a través de la puerta. Al pasar la puerta los seres sintieron una sacudida en sus cuerpos, el duende les dijo que era porque estaban cada vez más cerca del templo. El aire estaba viciado y húmedo pero la humedad no se le adhería a la piel. El hedor a sangre putrefacta flotaba en la penumbra. Las paredes de un corredor estrecho se cerraban en torno a ellos. Sus mentes luchaban contra sensaciones contradictorias y sus cuerpos se mecían sobre sus pies, como si fueran péndulos. Luego de transitar por un largo pasillo pasaron a través de una arcada hecha de desteñidos cráneos manchados de sangre. Entraron en una habitación en la cual se encontraba llena de humo irrespirable... se estaban ahogando hasta que el jefe lanzó un conjuro que disipó el humo. Al otro lado de la estancia, había otra puerta doble. Del otro lado provenían fuertes gritos. El grupo observó que por debajo de la puerta se cubría rápidamente de sangre que se coagulaba y se pegaba a las suelas de las botas. El viejo duende atravesó la estancia hacia la puerta, se encontraba todo oscuro, y luego sintieron un estruendoso golpe y vieron al viejo duende que volaba hacia ellos. El monje lanzó una bola de luz. Escucharon ululantes bramidos, y seis bestias emergieron de las negras profundidades de las paredes.
Los monstruos eran seres costrosos y ensangrentados, con cabeza de buitres y cuerpo de hombre. Se lanzaron contra los invasores mientras en sus horribles cabezas de pájaros se abrían sus tremendos picos que dejaban a la vista hileras de puntiagudos dientes serrados.
Las ballestas de algunos miembros de la compañía restallaron y saetas de negras plumas se clavaron en el pecho de tres de los seres pero aún así, las bestias siguieron avanzando. El gladiador Serg Gernam hizo girar su martillo de dos manos y aplastó la cabeza de uno de los hombres buitres, salpicando por todas partes pútrida sangre y sesos.
Mac sujetaba su hacha pero del improviso una de la criaturas dio un gran salto hacia él. Colmillos en punta y brillantes, bañados de baba venenosa se cerraron a pocos centímetros de la cabeza de Mac que forcejeaba para no ser mordido, por suerte para él intervino el gladiador Serg que quitó de encima de Mac a la fea criatura. Luego otro hombre buitre clavó sus afiladas garras en el hombro de Serg y haciendo fuerte presión lo obligó a arrodillarse y cuando se disponía a rematarlo su cabeza rodó, Mac había recuperado su hacha y había dado muerte a la bestia.
Mientras tanto la mujer pantera había saltado a los hombros de otra de las bestias y con sus garras comenzó a arañarle el rostro, del cual emanaba a borbotones sangre, pero la bestia con movimientos frenéticos lanzó contra el suelo a la mujer, luego cuando se dirigía hacia ella, el enano Frange con su afilada espada le cortó una de las patas. Aullando, el monstruo comenzó a describir un círculo hacia la derecha del enano, arrastrando el muñón de la pata y tratando de hacer equilibrio con la otra. El duendo lanzó una estocada a la cabeza de la bestia.
El mitad demonio Beni habían inmovilizado a una de los monstruos contra el suelo con una lanza de luz mientras que el hobbit Giuliek le rebanaba el pescuezo, y Gabrien junto a la hada Eliz a través de hechizos habían paralizado a otro dando la posibilidad al conde Tabar de cortarlo metódicamente en pedazos. Las demás bestias fueron neutralizadas por el resto de la compañía.
Solo pocos miembros de la compañía habían recibido heridas, pero ninguna grave. Una vez que se cerciorarse de que todos estaban bien continuaron con su marcha y se dispusieron a entrar en la siguiente recámara.
Al cruzar se horrorizaron por el espectáculo que ofrecía la estancia. Columnas de cráneos ensangrentados que iban del suelo al techo enmarcaban más de media docena de nichos que había en torno a la habitación de forma irregular, en los costados había altares sobre los que yacían los restos de hombres y mujeres que habían sido destripados, cercenados de sus extremidades o desollados. A más de uno de los integrantes de la incursión le dio ganas de vomitar pero trataron de mantenerse fuerte.
Luego se encontraron con otra puerta y al abrirla una correntada de aire fresco acarició sus rostros alejando por un momento el olor a muerte y sangre que impregnaba la habitación. Un puente exterior se abría pasos ante ellos hacia el gran templo de forma de pirámide escalonada. El jefe duende les dijo que debían subir y que aún faltaba bastante camino. Debían subir por el interior de la pirámide hasta donde creían que estaban los maestres encerrados.
Cintial y Giuliek eliminaron a dos guardias con sus ballestas y luego corrieron hasta el portal junto a los demás y entraron al gran templo. Los pasos de ellos resonaban, huecos, en el estrecho corredor. A lo largo de los muros no había antorchas sino que en las tenebrosas paredes parecían irradiar una especie de perder, que iluminaba la sala, el poder del caos. Podían ver claramente en todas las direcciones, pero a pesar de eso sentían sobre los hombres el peso del abismal caos. En el techo se podían divisar de tanto en tanto dibujos de ojos, los cuales daban la sensación de que los vigilaban.
El silencio era palpable dentro del templo, como la quietud funeraria de una tumba.
El corredor los condujo hasta una gran cámara cuadrada, allí se encontraron con unos diez sacerdotes semihumanos, tenían las cabezas afeitadas, les faltaban las orejas, donde no les quedaban más que tejidos cicatriciales. Charcos de oscuridad absorbían la luz en los agujeros que había donde en otros tiempos habían tenido los ojos. Su única función era alabar y proteger a su Dios. Los sacerdotes se encontraban orando al Dios del Caos. Los hombres a pesar de no tener ni ojos ni oídos, sintieron la presencia de los intrusos y rápidamente se pusieron en guardia. La compañía se desplegó por el salón para combatir. Los sacerdotes no opusieron mucha resistencia y una vez que todos fueron asesinados se dirigieron hacia una puerta al otro lado de la estancia.
La siguiente sala era inmensa con siete grandes estatuas dedicadas a los siete Ángeles del Caos, cada una con su propio altar manchados de sangre, pero no solo eso encontraron los de la compañía, ya que cuatro enormes criaturas horrendas se encontraban alrededor de una especie de altar debajo de la estatua del Ángel de la Gula, eran deformemente grasientas, eran dos mujeres y dos hombres y desprendían un olor fétido, los cuatro seres se giraron para ver a los invasores y en sus afilados dientes se podían ver la carne que estaban comiendo... se habían hecho un festín de carne humana.
Los seres rodaron rápidamente hacia donde se encontraba Mac y el resto de la compañía, que al ver el avance feroz del enemigo se disiparon por la sala. Serg comenzó a dar fuertes puños a una de las criaturas, pero sus manos se hundían en la grasa sin hacer daño alguno a la bestia. Mac por su parte comenzó a dar hachazos a otra, pero así como los puños de su compañero, la afilada arma resbalaba en la grasienta carne del ser. La pantera Lesl se había subido a la cabeza de una de ella y trato de penetrar sus afiladas garras pero en vano y en cambio fue lanzada contra una de las enormes estatuas. Los seres estaban dotados de una fuerza sobrenatural y utilizaban todo su enorme peso para lanzar sus golpes. El resto de la compañía la estaba pasando mal, en eso Cintial pidió al resto de sus compañeros que se hicieran a un lado, ella se elevó por lo aires, desplegó sus inmensas alas de fuego y con todas sus fuerzas creó una tormenta de fuego que terminó quemando a los cuatro seres. El olor a grasa quemada inundaba la habitación. La joven mujer cayó al suelo inconsciente, sus compañeros fueron a socorrerla, ahí, el duende saco un frasco en donde contenía un liquido rojo, la sangre del toro, la llamaban. Le hicieron beber a la joven, la cual después de unos minutos reaccionó a la bebida dando fuertes espasmos, para luego despertarse de su profundo sueño. Una vez que estuvo mejor salieron lo más rápido que pudieron de aquella sala atravesando otra puerta, pero mientras que lo hacían percibieron que un grupo numeroso de guardias iban hacia ellos desde la sala anterior.
El espacio del otro lado era amplio y tenebroso. Sus caras y cuello fueron azotados por calor y hedor azufre. Avanzaron velozmente sobre un suelo de losas de pizarra que abarcaba una gran área. A través de la cortina de tinieblas que tenía delante se hicieron paso, hasta que el jefe duende hizo un conjuro y de su brazo una llama enorme disipo las tinieblas momentáneamente, hasta que encendieron unas antorchas. A treinta metros de donde estaban un gran precipicio se abría.
Serg se había quedado atrás bloqueando la puerta para que no entren los guardias, debían darse prisa en conseguir el modo de llegar al otro lado del precipicio, Agustir, el monje de la luz, a través de un conjuro avivo la luz de las antorchas, y vieron que un puente de piedra conectaba con el otro lado, era muy inestable, pero era el único camino que tenían para seguir adelante.
Serg dejó la puerta y siguió al resto de la compañía que estaba cruzando el puente. El conde Tabar y el duende Frange cubrían las espaldas del coloso disparando sus ballestas contra los guardias bestias.
Una vez que estuvieron todos del otro lado, Serg con su terrible fuerza comenzó a golpear el piso del puente, el cual después de unos segundos comenzó a derrumbarse, muchos de los perseguidores encontraron la muerte al caer en el precipicio.
El Jefe duende llamó al resto de la compañía ya que había encontrado unas escaleras que ascendían por un costado. El piso superior del templo estaba ocupado por seis santuarios y otras dependencias, más pequeñas. Enormes y anchas columnas de basalto, talladas a semejanza de demonios y seres monstruosos, soportaban el techo abovedado, y braseros encendidos reposaban a intervalos regulares a lo largo de los amplios corredores. En el techo aún se podían divisar los ojos dibujados, los cuales deban la sensación de que los estaban vigilando.
En la entrada de cada santuario había talladas anchas fajas de runas. Todos estaban extrañados ya que no había nadie en aquella planta, ni tampoco guardias, eso preocupó notablemente al anciano Duende, pero no tenían tiempo para preguntarse en donde estaban todo el mundo, así que fueron directamente a la sala en donde creían que estaban los Maestres. Después de abrir la puerta entraron en una gran sala, el suelo se encontraba bañado en sangre. Encadenados encontraron a los Maestres, sus espaldas estaban laceradas por los tanto latigazos que habían recibido, pero solo habían encontrado tres de los tantos que había capturado el enemigo.
El anciano Duende pregunto a uno de los Maestres mientras que Serg rompía las cadenas con sus poderosas manos.
- ¿Donde están los demás Maestres?
El Maestre solo tuvo fuerza para levantar sus manos hacia una pila en donde yacían un montón de cuerpos mutilados, desmembrados y desollados.
- El resto de los que sobrevivieron a las torturas fueron llevados a otro templo, al este. – dijo casi con dolor otro de los Maestres.
- El señor del Caos prepara otro ataque de grandes dimensiones en estos días, debemos informarle al emperador. – dijo otro de los cautivos.
El conde Tabar que se había quedado en la entrada como vigía escuchó muchos pasos que se dirigían hacia ellos.
- Debemos irnos urgentemente de acá.... – dijo el anciano
- Pero ¿cómo? – preguntó Mac
El duende anciano aferró un medallón que llevaba en su cuello, el cual brilló con intensidad. Luego dio la orden de cargar con los Maestres y salir.
La compañía corrió por los pasillos hasta llegar a unas escaleras que ascendía que los condujo a la cima del templo. Luego de eliminar a dos guardias con sus ballestas abrieron otra puerta. Del otro lado se encontraron con un recinto sin paredes, el techo era sostenido por cien columnas La luz del día aliviaba los corazones de la compañía pero aun se preguntaban como escaparían de aquel lugar.
- ¿Como haremos para irnos de este maldito lugar? Yo no tengo alas. – dijo el forzudo de Serg mientras intentaba detener a los guardias que querían abrir la puerta.
- Pero ellos sí. – señalo el duende hacia uno de los lados.
Toda una compañía de fuego se acercaba en formación hacia el templo. Un grupo descendió hasta la cima para cargar a los de la compañía.
- ¡Daos prisa, están llegando los dragones!.
Los dragones perseguían de cerca a las huestes de la luz, una compañía se desprendió para hacer frente a las inmensas criaturas.
Didak iba montado a su corcel alado mientras trataba de desprenderse de uno de los dragones que le seguía de cerca, esquivaba las llamas que le lanzaba, el mercenario lo condujo hacia otra de las criaturas la cual murió por el fuego lanzado por el dragón que perseguía al caballero. Luego Didak hizo que su pegaso se elevara aún más por los cielos, pero otra de las bestias lo sorprendió y con las poderosas garras aferró el lomo del animal, haciendo caer al caballero hacia el vació, aún sujetaba su lanza y viendo que no tenía ninguna posibilidad de supervivencia se lanzó contra uno de los dragones, al cual lo penetró en el cráneo de punta a punta, derribándolo. Los dos se precipitaban en caída libre hacia el suelo, Didak cerró sus ojos porque sabía que era el fin, pero antes de que llegara al suelo la bestia que había matado su corcel, aun sediento de sangre, fue por él, y con sus poderosos dientes destrozó en dos partes al mercenario.
Ninguno de la compañía de fuego que se había quedado a detener a los dragones quedaba con vida.
Luego de dos días de vuelo incesante, el grupo de la luz se encontraban por llegar a la fronteras del Imperio, pero los dragones les habían dado alcance, los corceles estaban cansados y sabían que no tenían otra posibilidad que la de luchar. Menos la compañía que habían ido en busca de los Maestres que seguirían hasta el bosque a llevar a salvo los prisioneros liberados, el resto se quedó a luchar.
Entre ellos se encontraba el Hobbit Adriál, con su lanza había dado muerte a uno de los dragones, perforándole el pecho hasta el corazón. Eso lo había desprovisto de su arma, y para defenderse tuvo que utilizar los conjuros, lanzaba sus discos de poder hacia las bestias, pero eran un poco inútiles, se encontraban en inferioridad numérica. Uno de los dragones clavo una de sus garra en el hombro del hobbit y lo desmontó de su corcel. El dolor que sentía era insoportable, con la mano que tenia libre, desenvainó su daga y comenzó a esgrimirla contra la garra del animal, que terminó por dejar caer a su presa. Caía al vació pero con un silbido llamó a su corcel que fue en su búsqueda. El pegaso en el camino fue apresado por las poderosas mandíbulas de una de las bestias y devorado por la misma. Adriál vio que debajo de él pasaba un dragón y trató de dirigir su cuerpo hacia él. Cayo sobre su espalda y rápidamente con su daga comenzó a hacer tajos por todas partes. La bestia se zamarreaba brutalmente por el dolor que le infligía el pequeño ser y de sus heridas brotaba enormes cantidades de sangre. Lentamente la bestia fue perdiendo altura y terminó por estrellarse en el suelo, el hobbit había caído a un costado, pero aún preso de la adrenalina se subió al animal agonizante para rasgas su cuello con la afilada daga.
Pero el hobbit tuvo la mala suerte de caer en territorios enemigos, y cuando se dio cuenta de ellos, comenzó a correr hacia donde antes se encontraban las trincheras, pero no llegó ya que los alfios le cortaron el paso. Intentó defenderse pero los alfios lanzaron contra Adriál sus lobos hambrientos, los cuales desmembraron al pequeño ser.
La compañía pudo llegar hasta el bosque con los Maestres, que después de ser atendidos, informaron al Emperador Petrus de los nuevos planes del enemigo.
MAC
1 comentario:
me encanta k m hayas echo guerrera del bosque,pero hubiera preferido ser pirata sedienta de tesoros y almas luchando a favor del bien desde el lado oscuro.Veronik.
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